jueves, 1 de marzo de 2012


La Primera Bandera y su destinoPor Rafael Gutierrez
En un oficio fechado el 18 de febrero de 1812, el Gral. Manuel Belgrano comunicó al “Excelentísimo Gobierno del Río de la Plata la intención de crear una escarapela que identificara a las tropas revolucionarias y las diferenciara de los ejércitos realistas. Para ello proponía el color “blanco y azul celeste” que tomaba de las bandas que utilizaban los reyes y nobles de la dinastía Borbón.
La propuesta fue rápidamente acogida por el gobierno del incipiente Estado, debido a su practicidad, pues ya había en uso distintivos similares que se utilizaban por regimiento. La nueva insignia permitía reconocer a todas las tropas que combatían del mismo bando, por tal motivo fue notificado su uso inmediatamente a todos los frentes y los oficiales al mando acataron.
Entusiasmado con la aceptación de su propuesta, Belgrano se encontraba en la preparación del acto del 25 de Mayo en Rosario de Santa Fe y notó que no contaba con una bandera para la ocasión, entonces ordenó confeccionar una con los mismos colores de la escarapela. Con la nueva enseña celebró el 25 de Mayo en Jujuy, haciéndola bendecir por un sacerdote salteño, el Dr. Juan Ignacio Gorriti, luego los soldados la juraron y saludaron con salvas de artillería. Como era un acto cívico, las autoridades civiles y los ciudadanos no estuvieron ausentes Todo fue comunicado por Belgrano al gobierno del cual dependía, pero con la lentitud de las comunicaciones de la época no tuvo contestación hasta marzo, cuando se encontraba movilizando tropas y lejos de las ciudades.
El Gobierno le reproclamaba las atribuciones que se tomaba y lo grave del acto en cuanto afectaba la imagen que trataban de presentar ante el extranjero y ante los líderes realistas. Finalmente le ordenaron que discretamente se deshiciera de esa bandera mientras le remitía un estandarte para que lo usara como divisa de regimiento.
Belgrano se excusó explicando que tomó colores que ya habían sido reconocidos como distintivos pero que, acatando lo que se ordenaba, iba a hacer desaparecer la bandera si dejar rastros de ella. Para justificarse ante las tropas que habían jurado morir ante la nueva enseña dijo que la guardarían hasta que la gran victoria final justificara que sea enarbolada en un nuevo país independiente.
Cuando Belgrano se encontró frente a una gran ofensiva realista, emprendió la retirada estratégica de acuerdo con las órdenes del alto mando de Bs. As. La situación era muy delicada porque los revolucionarios estaban acosados por varios frentes de tierra y mar, así que las órdenes establecían un repliegue desesperado de tierra arrasada, levantando todos los recursos disponibles y la fábrica de armas de Tucumán para establecer una línea defensiva en Córdoba.
El Gral. Belgrano inició la retirada con el famoso “Éxodo Jujeño” y continuó con los planes hasta llegar a Tucumán, allí los revolucionarios se negaron a seguir cediendo terreno y reclamaron que se diera batalla allí. La Batalla de Tucumán fue un triunfo militar, moral y estratégico porque permitió que se retomara la ofensiva. Por supuesto, la siguiente plaza fuerte era Salta, entonces todos reclamaron que el gran triunfo era un hecho y que la Bandera debía volver a encabezar al ejército. Belgrano, que era fácilmente entusiasmable, desplegó la nueva insignia en la marcha hacia Salta.

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